miércoles, 24 de diciembre de 2014

Perdí

Perdí la fuerza y empuje que me mantenía.

Las ganas de escribir se me tuercen con la ausencia de Lai en mis días y en nuestras noches cargadas de planes maravillosos, un sexo estupendo como ninguno y poco tiempo de sueño para aprovechar cada segundo de consciencia en los ojos abiertos y entreabiertos de besos cargados de sentimiento ya ahora frustrado, finito, acabado.

Todas aquellas minucias que no me dejaban ver cuan obnuvilado me he debido sentir a su lado, por la grandeza de su persona, la radiante felicidad que se desprendía de su brazo izquierdo en mis hombros, las palabras serias y las que me sacaban sonrisas, aquel primer día de mucha cerveza y poca comida, aquel segundo día de picnic a la sombra de las nubes y el calor de su manta, aquella película del tercer día, las confesiones agradables, cada minuto de palabras, la expresión incontenida, el poquísimo y ya eterno tiempo grabado en mi cabeza que ha durado lo que no he sabido apreciar y mantener; se vuelven ahora despreciables, amargas e incluso adorables...

Siento con lágrimas secas y rebosantes aún en mis ojos cuando recuerdo el momento en que se rompió el cristal de su cabeza del que me hablaba previsor, cómo he perdido no ya sólo el amor, sino a la mejor persona que he conocido hasta el momento. Me veo ahora incapaz.
No puedo concebir en estos momentos por mucho que deseo, la posibilidad de encontrar o que aparezca en mi camino una persona tan siquiera similar, no creo en la existencia de alguien mejor por mucha variedad que haya en el mundo. Tampoco creo que el universo me conceda el golpe de suerte de conocer -y muy importante mantener- a una persona que en tres días sea capaz de quererme y amarme como él ha hecho, y mucho menos, que yo pueda sentir lo mismo: atracción física y mental desarrolladas en sentimientos.

Siempre ví los fallos, sólo soy capaz de ver fallos que me impiden entregar y devolver la felicidad que soy capaz de proporcionar a alguien. Fallos que como ya he dicho, no tienen comparación con la virtud de su existencia, fallos, que aunque pasara por alto durante lo que duró, he tenido presentes hasta el momento de partir y han provocado la desvalorización, la desapreciación de lo que estaba en mis manos y he dejado caer en un pozo ciego que no merece contener a tal espíritu.

No puedo más que lamentar la pérdida, me ahoga la culpa y me siento a la vez basura y algo que no creía ser.

Es verdad, es verdad que soy despreciable por mis ojos cerrados incapaces de ver las cosas buenas de quien me quiere, por hacer daño y por poder escribir esta bazofia.

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